Actualizado el martes, 24 noviembre, 2020
Así resume su profesión Cristian Castro, integrante del equipo de Salud de la Municipalidad de Las Heras. En su historia de superación y orgullo, homenajeamos a los enfermeros en su día.
Con equipo de protección y estetoscopio en mano nos recibe en la pausa de un operativo el enfermero Cristian Andrés Castro, un lasherino de 41 años que hizo de su profesión el mejor ejemplo de superación para su familia y el motor de cambio para su vida. Con su historia, queremos destacar la labor de todos los enfermeros y enfermeras en su día, este sábado 21 de noviembre.
Egresado el año pasado de la Universidad Aconcagua como licenciado en Enfermería, Cristian Castro nos cuenta de su profesión, con tono pausado y seguro. “Es que soy enfermero, nosotros tenemos que ser pacientes siempre”, avala. Actualmente se desempeña en el área de Salud de Las Heras, en el móvil que recorre los barrios llevando la atención médica a pacientes crónicos, también en vacunación en los efectores municipales y, durante los meses de aislamiento por pandemia, en la ambulancia que recorría el departamento para buscar sintomatologías.

Sus primeros trabajos en la Municipalidad -allá por 1998- fueron muy diferentes a los actuales, ya que se dedicaba a la limpieza de calles, acequias, cargado de embanque, entre otras tareas de ese tipo. “Fui palero por ocho años para una empresa tercerizada que luego dejó de trabajar para la Municipalidad, por lo que al personal lo absorbió el municipio», recuerda, entonces inició trabajando en Servicios Urbanos, pasó por la Delegación Municipal de El Challao, luego en Planta Hormigonera, hasta que pudo terminar sus estudios secundarios -que los había dejado en tercer año cuando se casó-, e ingresar a la carrera de Enfermería, «de la que egresé en el 2010, desde ese momento estoy en Salud para desempeñarme en el Centro de Salud René Favaloro, en el que estuve nueve años” detalla Cristian.
“Antes de estudiar, la economía de mi familia era muy distinta. Yo he vivido en distintos asentamientos, al costado del Club Jorge Newbery, en un predio del Barrio Sargento Cabral, también viví en el 8 de Abril. La enfermería me cambió la vida, iba a estudiar en bicicleta porque no tenía para el colectivo, las fotocopias las copiaba a mano. Recibirme me ayudó a mejorar, compré mi lote, hoy puedo pagarle los estudios a mis hijas; la salida está a través del estudio», afirma emocionado.

“Me acuerdo cuando era palero, de sufrir los dolores musculares, pasar sol, frío, trabajar bajo la lluvia; ahora la oportunidad laboral es distinta, porque siempre hay oferta en cuanto al trabajo del enfermero, no solo se trabaja en atención primaria, también está la parte de rehabilitación, el trabajo independiente con un inyectable propio, hay mucho campo laboral”, destaca el sanitarista.
Esposo de Elizabeth y papá de dos niñas, una de ellas -María de los Ángeles- quien sigue sus pasos, ya que está en segundo año de enfermería: “Siempre dice que yo he sido una motivación para ella, porque desde chiquita me veía estudiar y trabajar”, cuenta Cristian Castro sobre su hija y completa: “Cuando estaba trabajando en Servicios Públicos, inicié Enfermería con la promesa de una beca de estudios que daba la provincia, porque solo se cursaba de manera privada, y el sueldo en ese momento no me alcanzaba, me anoté, pero nunca llegó el monto de la beca, así que hice dos meses y cuando estaba a punto de dejar, una secretaria de la Institución donde estudiaba me habla de otra beca, de ATSA, para no dejar de cursar. Así me becan con el 100% pero con exigencias muy claras, no podía cursar dos veces una materia, debía rendir todas bien, esa presión me ayudó a esforzarme mucho más para no perderla”.

“Con todo tipo de estudio, siempre hay un crecimiento, sin estudios podés trabajar y llevar el alimento a la casa, pero siempre hay un techo; en cambio cuando uno estudia ya no se limita, siempre podés superarte y seguir creciendo», considera el enfermero.
«En la enfermería lo que me encanta es poder ayudar al otro, la empatía es algo que está en muchos de los enfermeros, al igual que la motivación. Muchas veces he tenido pacientes que sé que no pueden pagar, que necesitan curación o inyectable, y les he ofrecido mis servicios de corazón, sin remuneración. Yo tengo mi mamá que es asmática, en mi niñez ella tuvo tuberculosis y como hijo me despertó ese deseo de poder ayudarla, entonces como enfermero, a cada mujer que atiendo la veo como una mamá, a cada niño como un hijo, y me encanta sentir que aporto en el bienestar y la salud del prójimo”, cierra el profesional.